Para llegar a Hanoi, capital de Vietnam, desde Vientiane, en Laos, teníamos dos opciones: la más sencilla a priori, pero también la más cara, era volar desde algún aeropuerto laosiano, en un vuelo de no más de una hora; la otra, eran recorrer los 900 kilómetros que separan Laos de Hanoi en autobús, en un trayecto nunca inferior a 24 horas, y que en foros y blogs es conocido como el «autobús del infierno». Nosotros finalmente, y aunque estuvimos cerca de comprar los billetes de autobús (muchos viajeros consideraban el trayecto en bus una «experiencia inolvidable») cogimos el vuelo en Vientiane y puntuales llegamos al aeropuerto de Hanoi, desde el cual tomamos una furgoneta que nos llevaría directamente a nuestro hotel, el Spoon Hotel, muy céntrico y recomendable. En Hanoi estableceríamos nuestro «campamento base» para visitar diferentes zonas del norte del país.
Al día siguiente, María se quedó descansando en el hotel mientras que yo a primera hora decidí a dar una vuelta.
En Hanoi el tráfico es una locura, ya habíamos sido advertidos de esto. Cruzar una calle se convierte en un deporte de riesgo, pero las reglas son claras: una vez que te lanzas a la carretera, ni pares, ni retrocedas. Ve con paso firme y constante que ya serán las decenas de motos, triciclos, bicicletas y coches los que te esquiven a ti.
 
Salí del hotel y me dirigí hacia la zona del Mausoleo de Ho chi minh. Ho Chi Minh, presidente entre 1945 y 1969 es seguramente la persona más influyente que ha existido jamás en Vietnam. Además de su mausoleo, puedes visitar el museo que lleva su nombre y en el que verás imágenes de su vida personal y política, además de otras sobre la historia reciente de Vietnam. La imagen de Ho Chi Minh la podrás ver también en los billetes y en numerosos puntos del país. Otra muestra de la importancia de Ho Chi Minh es que la ciudad de Saigón, una de las más importantes de Vietnam, cambió de nombre tras su fallecimiento llamándose en la actualidad Ho Chi Minh City.
Mausoleo de Ho Chi Minh
Museo de Ho Chi Minh
Tras el museo, visité la Pagoda de pilar único, pase por el Palacio presidencial, y llegue hasta el templo de Quan Thanh y la Pagoda de Tran Quoc junto a unos lagos llamados “West Lake” y “Truc Bach Lake”. Un largo camino que junto al calor hacían que las piernas empezaran a flojear… y aún tenía que hacer el camino de vuelta!! Me decidí a coger una moto-taxi para regresar. E ir en moto por Hanoi ya se convierte en un deporte de riesgo extremo! El taxista vietnamita antes de subirme, y al contarle que era español, solo me decía «tranquilo tranquilo». Imagino que habrá tenido que aprender esa palabra en todos los idiomas para convencer a los turistas a que vayan con el. El hombre se saltaba semáforos, se metía por calles en dirección prohibida, conducía por las aceras…. hasta que en uno de los cruces fue otra moto la que se saltó el semáforo y fue el taxista el que tuvo que pegar el frenazo. Empezó a maldecir en vietnamita al otro motorista y ahí era yo el que le decía: «tranquilo tranquilo» jajaja.
 
Pagoda de pilar único
Pagoda Tran Quoc
Afortunadamente, llegamos al hotel, recogí a María y nos fuimos a pasear! Estuvimos caminando por el centro hasta que dimos con un restaurante que nos pareció bien para comer. Después fuimos a la Catedral de San José, construida a finales del siglo XIX y conocida también como la Notre Dame de Hanoi y caminamos por los alrededores del lago Hoan Kiem, donde visitamos el templo Ngoc Son. Una de las cosas que nos llamaba más la atención mientras paseábamos por Hanoi era ver a todos los vietnamitas sentados en las puertas de los bares, sobre unos taburetes de plástico que apenas levantaban un palmo sobre el suelo. Estos taburetes los usaban además como mesa, montando auténticas terrazas en cada acera.
Catedral de San José
Lago Hoan Kiem
Vietnamitas
Al lado del lago hay un teatro en el que cada día realizan espectáculos de marionetas sobre el agua. El show tiene lugar sobre una pequeña piscina que hace las veces de escenario, y las marionetas son manejadas desde detrás de este escenario con unas finas cuerdas de bambú y un mecanismo que se esconde bajo el agua. La idea nos pareció muy curiosa y entramos a una de las funciones la cual nos gustó mucho.
Después de la función paseamos por el parque que rodea el gran lago, y antes de volver hacia el hotel paramos en un supermercado a comprar algunas provisiones. Nuestra sorpresa fue mayúscula cuando en uno de los pasillos nos encontramos un estante lleno de colacao!!! Jajaja colacao en vietnam!! 🙂
Muy contentos nos fuimos para el hotel; por supuesto antes de dormir esa noche, última que pasaríamos en Hanoi, cayó un gran vaso de leche con colacao 🙂
Varios días después, y mientras enlazábamos un tren con otro para dirigirnos hacia el sur del país, paramos de nuevo en Hanoi donde pasamos varias horas. Aprovechamos para caminar otra vez por las calles más céntricas, la parte más antigua de la ciudad conocida como “old quarter” y conocer uno de los monumentos que días atrás nos dejamos por visitar: el Templo de la Literatura. El Templo de la Literatura, construido por primera vez en 1070, fue la primera universidad de Vietnam y hoy en día es muy común ver a los estudiantes vietnamitas celebrar su graduación en este recinto, que contiene varios
pabellones y jardines con estanques.
 
Y tras estas horas extras por la ciudad dijimos adiós a Hanoi, esta vez ya de forma definitiva.