A pesar de estar de vacaciones, el despertador nos vuelve a sonar muy temprano (a eso de las 6am) ya que queríamos aprovechar el día, el tercero en Sri Lanka, lo máximo posible.
Durante la mañana visitaríamos uno de los lugares más famosos del país: La Roca de Sigiriya. Esta gran piedra de origen volcánico, tiene 200m de altura y está situada en medio de una planicie. Durante siglos albergó un palacio cuyas ruinas aún se pueden visitar.
El complejo fue construido en el siglo V y durante siglos posteriores vivió su época de esplendor hasta que fuera abandonado en el siglo XIV. Entonces quedó oculto bajo frondosa vegetación, y descubierto a principios del siglo XX.
Al igual que otras atracciones del país, es Patrimonio de la Humanidad por al Unesco desde 1982.
Subida a la Roca de Sigiriya
A las 7:30am estábamos en la taquilla para comprar la pertinente (y cara) entrada (unos 25 euros). Unos minutos después ya nos dirigíamos hacia la roca, y lo bueno de hacerlo a esas horas era que el calor aún no apretaba demasiado, y que apenas había gente: parecía que el madrugón había merecido la pena!
En primer lugar, y de camino a la base de la roca, atravesamos varios jardines, flanqueados la mayoría por muros, fosos de agua y estanques. En esa zona es donde en su día se encontraba el Palacio inferior.
Una vez al pie de la roca comenzaban unas interminables escaleras y varios tramos de pasarelas adosadas a la roca que nos llevarían en primer lugar a unas pequeñas cuevas en las que habían unos frescos de 1500 años de antigüedad: las damas de Sigiriya. En ellos se muestran a mujeres de la época, aunque hasta el momento no se ha podido averiguar del todo lo que representan exactamente. Se trata de una de las mejores pinturas que se pueden encontrar en todo el sudeste asiático en cuanto a antigüedad/conservación. En ese lugar había un par de guardias que nos impedían hacer fotos, cosa que nos extrañó, ya que hasta entonces no habíamos escuchado nada al respecto. No sabemos si con alguna propina se hubieran ablandado… pero el tema es que no tenemos foto, así que ponemos una de google para que se sepa de que pinturas hablamos 🙂
Estos frescos son solo algunas de las muchas pinturas que llegó a haber. De hecho se piensa que todo el lateral de la roca fue en su época de esplendor un enorme mural de pinturas.
Minutos después, llegaríamos a una pequeña explanada conocido como la Puerta del Leon, lugar en el que comienza el último tramo de subida, y cuyas escaleras están flanqueadas por dos enormes garras de león talladas en la roca, últimos restos de lo que en su día fue un león gigante esculpido.
Unos 45 minutos después de comenzar la subida ya nos encontrábamos en la cima de la roca, zona que en su día albergó el palacio superior. A María le vinieron recuerdos de Machu Picchu, en cuanto al gran número de construcciones que aún se pueden apreciar: restos de palacio, terrazas, baños y jardines…
Cogimos un poco de aire y disfrutamos de la roca, y de sus espectaculares vistas panorámicas 360º.
Tras un rato, regresamos al punto inicial de la visita, desde donde nos hicimos unas cuantas fotos con la roca de fondo.
Subida a la roca de Pidurangala
Eran las 9:45am y ya habíamos terminado de visitar Sigiriya . Como aún era temprano, nos animamos a ir a otra roca vecina mucho menos famosa: Pidurangala.
Un kilómetro y medio separan las bases de ambas rocas; decidimos coger un tuk tuk, ya que el camino es todo de tierra y barro y sin mucho para ver.
El ascenso a Pidurangala fue un poco más corto que a Sigiriya, aunque el último tramo fue bastante más complejo, ya que los escalones iniciales dieron luego paso a un camino de tierra, y unas cuantas rocas después algo complicadas de sortear ya que había literalmente que trepar sobre ellas; aunque el esfuerzo merecería la pena.
El llegar arriba nos causó una gran impresión. Apenas había 4-5 personas disfrutando como nosotros, desde un gran suelo de piedra lisa, y en medio de la nada, de ese gran paisaje; sin duda el mejor lugar posible desde el que contemplar la roca del Leon.
Y después de haber subido a las dos rocas, la pregunta sería: ¿Qué roca elegir?
Sigiriya es seguramente el lugar más famoso de Sri Lanka, y a pesar de su sobreprecio, consideramos indispensable su subida, no solo por la roca en sí, sino por los restos de gran valor históricos que se pueden ver durante el ascenso. En cuanto a Pidurangala, merece sin duda la pena las vistas y la paz que se obtienen una vez llegas a la cima.
Por tanto, recomendamos visitar las dos 🙂
Una vez abajo de Pidurangala, cogimos nuevamente el tuk tuk (el chico nos estaba esperando) y le pedimos que nos llevara a la guest house donde comimos algo y recogimos nuestras cosas.
El siguiente paso no lo teníamos del todo claro, ya que queríamos visitar las Cuevas de Dambulla (a unos 20km de Sigiriya), y de ahí seguir hacia Kandy en autobús para pasar la noche. La duda nos surgía en cuanto a las mochilas, ya que se nos antojaba muy difícil poder realizar la visita de Dambulla con ellas a la espalda, mientras que regresar hasta Sigiriya desde Dambulla para posteriormente ir a Kandy lo veíamos como una enorme perdida de tiempo.
Finalmente lo que hicimos fue hablar con un chico de un tuk tuk, con quien acordamos que nos llevaría a Dambulla, y se quedaría una hora aproximadamente con nuestras mochilas, para que pudieramos realizar la visita. Después nos dejaría en la parada de autobús donde poder tomar el bus a Kandy.
Así pues pudimos realizar la visita de las Cuevas Dambulla con total tranquilidad.
Visita de las Cuevas Dambulla
Conocido como «El Templo de Oro«, se trata de un complejo de cuevas (más de 80) utilizadas como templos desde hace unos 2100 años. Este conjunto, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1991.
El templo se encuentra en lo alto de una montaña de 160 metros de altura, adonde se llega mediante una gran escalinata. En la cima de esa montaña nos encontramos con las 5 cuevas visitables, excavadas en una gran piedra que queda por encima.
Accedimos a cada una de esas 5 cuevas, con decenas de estatuas e imágenes de buda. El interior de estas cavidades es realmente alucinante. Además, de nuevo teníamos suerte (seguramente era porque nos encontrábamos en temporada baja) y pudimos hacer la visita a nuestro aire, y sin apenas turistas a nuestro alrededor.
Tras la visita regresamos a la entrada, donde afortunadamente el conductor del tuk tuk nos esperaba con todas nuestras pertenencias. Tal como acordamos, nos llevó a una parada desde la que nos indicó como llegar hasta Kandy: nos íbamos hacia la tercera punta del famoso triángulo cultural de Sri Lanka.