En Nicaragua se encuentra el lago más grande de toda América Central, el lago Cocibolca, en el que ya tuvimos la oportunidad de navegar durante nuestros días en Granada cuando visitamos «las isletas». Dentro del Cocibolca está la isla de Ometepe, que es la isla volcánica más grande que existe dentro de un lago. Con una curiosa forma de ocho, en cada uno de sus círculos existe un volcán: el Concepción y el Maderas, el primero de ellos, activo.
Aunque hay un pequeño aeropuerto, la forma más común de llegar a Ometepe es mediante ferry, y así lo hicimos nosotros. El trayecto desde San Jorge hasta Moyogalpa, en Ometepe, duró una hora aproximadamente. Desde el ferry podíamos distinguir los dos volcanes que presiden la isla.
Vista de la Isla de Ometepe desde el Lago Cocibolca
Llegamos a Moyogalpa y la verdad que no teníamos mucha idea de donde dirigirnos después. Pensamos que llegando al puerto serían muchas las personas que nos ofrecerían alojamiento, transportes y demás servicios turísticos, como en tantos otros puertos, pero esta vez no fue así; el ferry atracó, cruzamos el pequeño muelle, y nadie se dirigía a nosotros para ofrecernos ningún producto. Solamente vimos varios taxistas que sujetaban carteles con los nombres de los turistas que previamente habían reservado el servicio, y que se dirigirían a alguno de los pequeños resorts y haciendas existentes a lo largo de la isla.
Como nadie nos esperaba ni nos hablaba, fuimos nosotros los que hablamos a un chico que había allí y le preguntamos por alojamiento. Nos dijo que en el mismo Moyogalpa nos podría encontrar alguna habitación por 5$ por persona, y también nos habló de otra zona de la isla (bajo la falda del Maderas) muy conveniente a la hora de visitar y hacer excursiones durante el día. Así que decidimos irnos hacia esa zona. Empezamos a negociar precios de un taxi privado, cuando justo pasó un coche con un par de turistas americanas que iban hacia la zona del maderas, y muy amablemente nos dejaron compartirlo con ellas.
Ferry llegando a Moyogalpa, y el Concepción en frente
El chófer se dirigió primero hacia el resort donde las americanas tenían reserva, y después nos llevó a Santa Cruz, un pequeño diseminado en donde encontramos una habitación en un hostal del mismo nombre. Cuando llegamos era ya completamente de noche, estábamos un poco desorientados, así que preguntamos al chico del hostal donde se encontraba el centro del pueblo. Y su respuesta fue: «este es el centro». Nos quedamos un poco desconcertados con su contestación, y sin creer haberle entendido bien salimos a la carretera principal y empezamos a buscar algún sitio para cenar. Todo estaba muy oscuro y solitario, caminamos por la carretera principal hasta que llegamos a un sitio donde servían comida y allí cenamos. Durante el camino ya comenzamos a entender al recepcionista: Santa Cruz no tiene centro, sino que básicamente se compone de varias casas y sitios de comida todos ellos situados paralelos a la carretera principal.
A la mañana siguiente caminamos de nuevo por la carretera, de día las cosas se veían diferente. Nos dimos cuenta además que la playa la teníamos a un paso! Buscamos algún sitio para desayunar, y disfrutamos del desayuno más bestia de todo el viaje: tortilla de 8 huevos con verduras, ensalada de frutas enorme, y zumo de fruta natural de un litro! xD Allí mismo alquilamos una moto en la que recorreríamos parte de la isla durante ese día. La mayoría de la carretera que rodea la falda del Maderas, que era la zona que pensábamos visitar, está sin asfaltar, por lo que nos decidimos por coger una moto más grande.
Moto en Ometepe
En moto por la isla de Ometepe
El primer lugar que visitaríamos sería la Cascada de San Ramón, una espectacular cascada de 56 metros de altura cuya agua procede de la cumbre del volcán Maderas. Gracias a que teníamos la moto grande, nos pudimos ahorrar una gran parte de la caminata: las más de dos horas que en principio hay que hacer de subida a pie se quedaron en escasos 45 minutos, algo que agradecimos debido al calor que hacía. Aún así cuando llegamos a la cascada lo primero que hicimos fue darnos un chapuzón.
 
Subida a la cascada
Cascada de San Ramón, en la isla de Ometepe
Isla de Ometepe
Cascada San Ramon, Nicaragua
Tras estar un rato en la cascada el hambre apretaba por lo que cogimos la moto de nuevo y buscamos un sitio para comer. Seguimos recorriendo la falda del Maderas y pasamos por un par de sitios que no nos convencieron demasiado. Dimos entonces con una pequeña tienda donde paramos a comprar algo de beber. Aprovechamos para preguntarle a la mujer si tenían comida, su primera respuesta fue un NO, pero un segundo después nos dijo: «un momento, voy a preguntar». La mujer entró en la casa, y al momento salió y nos dijo que nos podía ofrecer pollo con arroz y tostones. Los tostones son rodajas de plátano frito que acompañan a casi todos los platos nicaragüenses. Nos pareció buena idea, nos sentamos en una mesa que tenía junto a la tienda y comimos allí mientras los niños de la familia jugaban a nuestro alrededor.
 
Casa donde comimos
Después de la comida fuimos a Ojo de Agua, unas piscinas naturales cercanas a la playa de Santo Domingo. El agua de estas piscinas proviene directamente del volcán Concepción, y tiene muchas propiedades ya que es rica en potasio, magnesio o azufre entre otros.
El Ojo de Agua es un sitio algo turístico pero también muy agradable, perfecto para hacer una parada en mitad del día y refrescarse en sus aguas. Además, cuenta con un bar-restaurante en el que es posible tomar algo.
 
Piscina Ojo de Agua
Ometepe
También tiene una cuerda atada a la rama de un árbol y desde la que es posible hacer el TARZAN!
 
Después del ojo de agua, y cuando íbamos de vuelta hacia Santa Cruz para entregar la moto, hicimos una última parada para poder recorrer el Sendero de Peña Inculta, un camino de algo más de un kilómetro en el que pudimos ver una gran variedad de pájaros y varias familias de monos.
 
Sendero Peña Inculta, en la isla de Ometepe
Monos en el Sendero de Peña Inculta
Esa noche no nos fuimos demasiado tarde a dormir ya que a la mañana siguiente habíamos quedado a las 6:30am con Alan, un guía que nos acompañaría a subir hasta la cima del volcán Maderas, el volcán «menor» de la isla. Aún siendo más pequeño que el vecino «Concepción», la subida se hizo algo complicada. Al salir temprano, durante la primera hora aproximadamente evitamos el fuerte calor. Después de este tramo nos adentramos en una nube que se encuentra casi de forma permanente en la mediación del volcán. El clima entonces cambió radicalmente: la humedad era brutal, soplaba el viento cayéndonos el agua que se almacenaba en las copas de los árboles debido a esa humedad y empezamos a tener algo de fresco. La vegetación en esa zona era muy frondosa. Estábamos en lo que se denomina un «bosque lluvioso». La pendiente cada vez era más pronunciada y el suelo estaba lleno de barro y muy resbaladizo. Algo más de 3 horas nos llevó subir los 1394 metros del volcán.
 
Pero la cima no era el final, sino que una vez allí, debíamos bajar al fondo del cráter en un recorrido en el que nos fuimos ayudando con algunas cuerdas para no rodar ladera abajo. Finalmente llegamos al fondo del cráter, en el que hay una laguna. Nos encontrábamos en el lago de un volcán que a su vez se encuentra también en un lago! 🙂 A pesar del esfuerzo, ahí arriba no hacía demasiado calor por lo que aunque algunos lo hacen, nosotros no nos bañamos…
 
Con nuestro guía Alan en el cráter del Maderas
Volcan Maderas, en la isla de Ometepe
La bajada se hizo también dura. Alan iba bastanta rápido y le aguantábamos el ritmo como podíamos. El suelo estaba más resbaladizo aún y tuvimos alguna que otra caída pero sin grandes consecuencias jejeje. En el camino también vimos varios animales: algunos monos, escorpiones, hormigas gigantes….
 
Cada cierto tiempo hacíamos alguna breve parada para descansar. Una de ellas la hicimos en un mirador desde donde se apreciaba muy bien la forma de «ocho» de la isla, con el volcán concepción en frente y el agua del lago a ambos lados.
 
Vista del Concepción desde el Maderas
Ocho horas después de haber salido regresamos al hostal. Descansamos un poco y pasamos el resto de la tarde en la playa. Aunque se trataba de un lago, con su arena en la orilla y sus olitas, parecía una auténtica playa, no muy diferente a las que estamos acostumbrados.
 
Isla de Ometepe
Isla de Ometepe
Y así acabaron nuestro días en Ometepe. Al día siguiente dejaríamos la isla y nos iríamos en busca de nuevas playas, esta vez en la costa pacífica.