Seguimos con nuestra ruta por la Costa Dálmata en coche. Tras 24 horas de recorrido por Bosnia volvimos a tierras croatas y lo hicimos cruzando la frontera por la pequeña ciudad de Metkovic. Si el día anterior apenas nos tomó 2 minutos pasar de Croacia a Bosnia, para entrar de nuevo al país croata nos demoramos algo más, y no fue porque hubiese mucha cola, sino porque tras requisar nuestros pasaportes, la policía nos pidió que parásemos el coche en un lado y lo registraron por completo (nos abrieron hasta el capó!) Tras el control, continuamos la conducción ya por tierras croatas.
Recorrido por la Costa Dálmata: sus mejores miradores y playas
La primera de las paradas la hicimos en un mirador que se encontraba en la carretera con vistas a los lagos de Bácina, un conjunto de lagos de agua dulce. Nos sentamos en uno de sus bancos y comimos algo de fruta que llevábamos encima contemplando las vistas.
Tras otra media hora de coche paramos en el pueblo costero de Drvenik, en donde disfrutamos de un baño en su pequeña playa. Imprescindible zapatillas de río o escarpines, ya que esta playa, al igual que la mayoría de playas de Croacia, está llena de piedras. Después del baño comimos en un restaurante y cogimos nuevamente el coche.
Drvenik es conocido además por ser un punto de partida para ir a la cercana isla de Hvar, situada apenas a 7 kilómetros. Son muchos los ferrys que unen cada día esta ciudad con la conocida isla.
Seguimos conduciendo hacia el norte bordeando toda la costa. En el tramo entre Drvenik y Tucepi fue donde vimos el mayor número de calas. En los 25 kilómetros que separan ambas localidades hicimos varias paradas para hacer fotos de los paisajes, y bajamos a un par de playas que estaban prácticamente vacías.
Entre los pueblos de Drvenik y Tucepi apenas hay 24 kilómetros de distancia. La primera playa que visitamos la encontramos 6 kilómetros al norte de Drvenik, mientras que la segunda parada la hicimos apenas un kilómetros antes de llegar a Tucepi. En ambos casos el acceso era sencillo.
La siguiente ciudad que pasamos fue Makarska, y desde allí seguimos directos hasta Split, de la que nos separaba algo más de una hora.
Costa Dálmata: Visita de Split
Tanta parada hizo que llegásemos de noche a Split. Aparcamos cerca del centro y empezamos a buscar alojamiento. Por unos momentos nos vimos pasando la noche en el coche, ya que prácticamente estaba todo lleno, pero finalmente encontramos un apartamento donde pasar los siguientes días.
Ya instalados nos duchamos y caminamos hasta el old town donde nos juntamos con Raquel, una compañera de trabajo que estaba pasando unos días de vacaciones por Croacia, y su amiga Sofía. Cenamos y después fuimos a una de las pocas discotecas abiertas un lunes en Split, Tropic Club, justo al lado de la playa.
La mañana siguiente aprovechamos para visitar el centro de la ciudad. La ciudad antigua de Split es Patrimonio de la Humanidad desde 1979. El Palacio de Diocleciano es el monumento más importante de la ciudad. Construido entre los siglos III y IV, hoy día es considerado el centro de la ciudad. Se trata de un recinto amurallado, que consta de un gran portón de entrada en cada una de sus fachadas. Dentro del espacio podemos encontrar desde restaurantes, tiendas y viviendas, hasta otros monumentos importantes, como el antiguo Mausoleo de Diocleciano, que en la actualidad es la catedral de la ciudad.
Para visitar estos monumentos, compramos un ticket que incluía acceso a la catedral, el campanario y el baptisterio y por el que pagamos 45 kunas (6 euros).
Otros de los lugares destacados del centro histórico es la plaza en la que se encuentra la estatua de Gregorio de Nin, quien fue obispo de la ciudad allá por el siglo X. La leyenda dice que tocarle el dedo gordo del pie da suerte, así que nosotros por si acaso se lo frotamos 🙂
De ahí fuimos a una zona un poco más comercial, la calle Marmoncova Ulica, avenida peatonal llena de tiendas y restaurantes, en donde comimos.
Hacía mucho calor y nos apetecía ir a alguna de las playas de Split, así que cogimos el coche, y junto a Raquel y Sofía fuimos a una de las más cercanas del centro, «Kasjuni Beach«, a la que llegamos en apenas 10 minutos. A pesar de la cercanía del centro, no era para nada una playa urbana, ya que estaba rodeada de un parque forestal, y sin muchos equipamientos (apenas contaba con un bar en uno de los lados). Al igual que el resto de playas de la costa dálmata, los escarpines era necesarios.
Después de la tarde de playa volvimos a la ciudad y fuimos a cenar a la zona del paseo marítimo. El restaurante al que fuimos fue Fife, donde comimos pescado fresco bastante bueno y barato.
Y tras la cena nos despedimos de Raquel y Sofía ya que ellas continuarían su viaje hacia Grecia, mientras que nosotros a la mañana siguiente tomaríamos un ferry para conocer una de las islas más famosas del Adriático.