Moorea, en el archipiélago de la Sociedad, ha sido la primera de las islas que hemos conocido en nuestra ruta por la Polinesia Francesa.
Cuando nos referimos a Moorea, hablamos de una de las islas de la Polinesia más visitadas, ya que además de paisajes y playas de ensueño, es una de las más accesibles, encontrándose a tan solo 17 kilómetros de Tahití, la puerta de entrada al paraíso.
Cómo llegar a Moorea
Aterrizamos en el aeropuerto de Papeete tras volar toda la noche desde San Francisco, y enseguida tomamos un taxi que nos llevaría hasta el puerto, desde donde un par de compañías (Aremiti y Terevau) operan ferrys hacia la vecina isla de Moorea aproximadamente cada hora.
Los tickets los compramos directamente allí, y tras unos minutos de espera, en los que pudimos desayunar en la propia terminal, tomamos finalmente el barco hacia Moorea.
Desde el momento en el que zarpó el ferry ya veíamos al fondo la silueta de las montañas que forman Moorea. Esa silueta se fue transformando en un verde intenso conforme nos aproximábamos.
Alojamiento en Moorea
Tras unos 45 minutos llegamos al puerto de Moorea, donde nos esperaban Serge y Anne-François, quienes serían nuestros anfitriones del alojamiento Airbnb que habíamos reservado. Nos dieron la bienvenida con los típicos collares de flores de la Polinesia, y nos fuimos con ellos en su coche hasta su casa, situada en un pequeñísimo pueblo llamado Afareaitu a donde llegamos en unos 10 minutos.
Vivían en un lugar increíble, rodeados de vegetación, con muchos árboles de frutas exóticas y un corral con gallinas y pollitos entre otros. Al otro lado del jardín y a pocos metros de su casa, se encontraba el bungalow donde pasaríamos los próximos días. Sin duda sería uno de los mejores alojamientos de los que disfrutaríamos en nuestro viaje, ya que era muy acogedor y no le faltaba ningún detalle. Y por solo 60€ la noche. ¿Quién decía que la Polinesia era solo para ricos? jejeje.
A pesar del largo viaje, teníamos muchas ganas de explorar la zona, y Serge nos recomendó la cascada de Afareaitu, a la que fuimos a pie. Allí nos dimos un bañito con el que nos refrescamos. Alucinábamos con la vegetación, el enorme tamaño de las hojas de los árboles, la intensidad del color de las flores… las primeras horas en Polinesia no estaban defraudando!
Regresamos a la casa, y hablamos con Serge sobre la posibilidad de alquilar un coche. Nos ofreció el suyo, que según nos dijo nos saldría un poco más barato que con una compañía de alquiler, así que nosotros encantados!
Con el coche salimos a la carretera que rodea la isla, y circulamos en dirección contraria a las agujas del reloj: pasamos de nuevo por el puerto al que habíamos llegado unas horas antes, hicimos una breve parada en el mirador de Toatea, nos dimos un baño en la playa de Temae, y pasamos el resto de la tarde en otra playa llamada Ta’ahiamanu, situada al comienzo de la Bahía de Opunohu.
Aunque la isla no es demasiado grande, no habíamos rodeado ni la mitad por lo que regresamos a nuestro alojamiento deshaciendo el camino ya hecho, llegando cuando anochecía.
Al día siguiente comenzamos la mañana de la mejor manera, y es que nada más despertarnos, Anne François y Serge nos trajeron a nuestro bungalow el desayuno, con zumos, mermeladas y bollería casera. Esto se repetiría todos los días que pasamos en la isla 🙂
Excursión en quad en Moorea
Con el estómago lleno, estábamos listos para realizar una de las mejores actividades que se pueden hacer en Moorea: la excursión en quad. Si las playas de Moorea son espectaculares, el interior de la isla no se queda atrás, y no hay forma más divertida de recorrerla que en un quad.
La excursión la contratamos en la web de la compañía «Moorea Activities Center«, con tan solo un día de antelación. Casi nos quedamos sin disponibilidad ya que las plazas son muy limitadas, así que mejor no esperar hasta el último momento por si acaso.
El punto de encuentro para comenzar la excursión fue el centro de actividades que tiene la empresa en la Bahía de Opunohu. Seríamos 3 parejas más el guía, quien nos dio unas breves indicaciones de cómo funcionaban los quads. Tras esto, comenzamos el recorrido, primero por la carretera principal de la isla, y posteriormente, por carriles de tierra que transcurren por el interior
Conducir un quad fue bastante divertido. Recorrimos el valle de Opunohu cruzando varios riachuelos; atravesamos inmensas plantaciones de piñas, y visitamos un instituto en el que los chic@s estudian agricultura, y en el que pudimos probar unos licores y mermeladas que hacen allí mismo.
Uno de los puntos fuertes de la excursión fue la subida al Belvedere, el mirador más famoso de la isla, y desde el que se ven perfectamente el Monte Rotui y las dos bahías (Opunohu y Cook) que le dan a Moorea su característica forma.
Tras muchas fotos en Belvedere, condujimos montaña abajo hasta el centro de actividades, donde una de las parejas que venía con nosotros finalizó la excursión. A la hora de contratar el tour, tienes la opción de escoger el «petit tour» o el «grand tour». Esta última cuenta con una hora extra en la se asciende a la Magic Mountain, un mirador totalmente recomendable, con unas vistas fantásticas de la Bahía de Opunohu.
Tras el quad, comimos en un food truck que nos habían recomendado llamado «A l’heure du sud«, y pasamos el resto de la tarde en una pequeña playa cercana, que no sabemos exactamente el nombre pero que nosotros vamos a llamar, «la playa del hotel Hibiscus«, ya que había un hotel con ese nombre allí. Esta playa es muy estrechita y tranquila y un lugar estupendo desde donde ver el atardecer.
Trekking en Moorea
En nuestro tercer día en la isla combinaríamos nuevamente interior y playas. Durante la mañana, realizamos el trekking de los tres cocos, un trail de poca dificultad y bien indicado, perfecto para realizar por libre.
Para ello fuimos con nuestro coche hasta el mirador de Beldevere, punto de inicio de este trekking, que es muy sencillo realizar por libre ya que está bastante bien indicado.
Fueron algo más de 3 horas de caminata en las que cruzamos varios arroyos, pasamos por una plantación de bambú, y nos adentramos en el denso bosque, en el que nos vimos sorprendido por una gran tormenta que parecía no acababa. La lluvia dejó el suelo embarrado y muy resbaladizo, aunque pudimos terminar el trail sin problemas, viendo incluso un poquito de sol. La recompensa final, unas espectaculares vistas del valle de Opunohu con el Monte Rotui al fondo.
Tras el trekking, repetimos restaurante y disfrutamos de las poquitas horas que quedaban de sol nuevamente en la playa del hotel Hibiscus.
Playa en Moorea
Nuestro último día en Moorea amaneció soleado y decidimos pasar la mañana en la playa de Temae. Después de haber recorrido la isla durante varios días y haber visitado varias playas, Temae es seguramente la más paradisiaca y espectacular de todas. Es la más larga de la isla, con aproximadamente un kilómetro de longitud, y cuenta con aguas transparentes poca profundas, unas condiciones perfectas para practicar un poco de snorkel.
En esta playa pasaríamos nuestras últimas horas en la isla; hacia el mediodía volvimos al bungalow a recoger nuestras mochilas, antes de ir hacia el puerto, desde donde tomaríamos el ferry hacia Tahití. Allí dijimos adiós a Serge y Anne Francois, quienes si tres días atrás nos recibieron con collares de flores, esta vez nos despidieron con unos de conchas, un bonito detalle para acordarnos siempre de este precioso lugar!