Tahití es la mayor de todas las islas que conforman la Polinesia Francesa. Su capital Papeete, es además la puerta de entrada para visitar cualquiera de las islas ya que todos los vuelos internacionales aterrizan en ella.
A pesar de ser la más grande, no todo el mundo la visita, y hay quienes la dejan de lado para centrarse más en otras islas más exóticas y paradisiacas. Sin embargo, Tahití bien merece una visita y es muy recomendable dejar al menos un día de viaje para conocer un poco la isla.
Nosotros dedicamos un día completo para visitarla, y la mejor opción fue hacerlo en coche de alquiler.
Visitar Tahití en coche
Recorrer la isla de Tahití en coche y por libre es sencillo, y una ruta de un día debería ser suficiente para rodearla por la costa y conocer así las atracciones más importantes. Si lo que queremos es adentrarnos en el interior de la isla, entonces necesitaríamos hacerlo en alguna excursión y con vehículos 4×4.
La isla esta formada por dos partes, una bastante más grande que la otra (Tahiti Nui y Tahiti Iti), las cuales están unidas por un istmo. Visto desde el aire, vendría a ser como dos «casi» islas, una más grande que la otra, unidas por un estrecho brazo de tierra, conformando así una sola isla.
Alquilamos el coche frente al aeropuerto de Papeete, en una compañía llamada «Tahiti Easy Car«, en un trámite sencillo, incluso yendo sin reserva y comenzamos la ruta. No teníamos ni GPS ni internet en el móvil, pero con un mapa que nos dieron en la oficina de rent a car nos apañamos. La primera parada del día fue la ciudad de Papeete, la ciudad más grande de Polinesia Francesa, que cuenta con una población de más de 100.000 habitantes. Nada que ver con los pueblecitos que habíamos visto días atrás en Moorea.
Nos dirigimos al mercado, bastante concurrido a esas horas de la mañana, donde se mezclaban locales comprando productos frescos, con turistas en busca de algún souvenir, o que desayunaban en algunos de sus puestos. A pocos metros del mercado, se encuentra la iglesia más antigua de Tahití, la Catedral de Notre-Dame.
A continuación dejamos la ciudad y seguimos circulando por la isla, siempre en sentido de las agujas del reloj. El siguiente punto que visitamos fue Punta Venus, una pequeña península con gran carga histórica ya que fue el lugar que vio desembarcar a los primeros polinesios hace cientos de años. Punta Venus toma ese nombre debido a que el navegante James Cook, visitó este lugar y observó y registró desde allí el tránsito de Venus; esto es el momento en el que Venus pasa directamente entre el Sol y la Tierra y que ocurre apenas un par de veces cada siglo.
En Punta Venus nos encontramos también con el único faro de Tahití y la playa de Mahina, una gran extensión de arena negra muy popular entre gente local y visitantes.
Seguidamente, nos dispusimos a conocer la triple cascada de Faarumai.
Para llegar a este lugar, nos salimos de la carretera principal que recorre la costa y condujimos por un camino que en pocos minutos nos llevó a una zona de aparcamiento, situada a escasos metros de la primera cascada.
Las cascadas de Faarumai conforman una de las postales más bonitas de Tahiti. Son tres las cascadas que hay en la zona, pero solo pudimos visitar una ya que el acceso a las otras dos estaba cortado.
Cerca de las cascadas, a pie de costa nos encontramos con una de las atracciones más curiosas de la isla: El Trou de Soufleur. Conocido también como Blowhole, en castellano vendría a ser un «agujero soplador». Se trata de un hueco surgido de la erosión del mar, y que con el vaivén de las olas produce un soplido de aire de lo más curioso.
Condujimos nuevamente unos 25 kilómetros hasta las Twin Waterfall, un par de caídas de agua que no son demasiado espectaculares, aunque son super accesibles ya que se encuentran al lado de la carretera, por lo que paramos cinco minutos y seguimos.
Después de comer en un restaurante nos dirigimos al Belvedere de Taravao, un bonito mirador situado en lo alto de una colina y que es el mejor punto desde donde apreciar la singular geografía de la isla, en la que destaca el brazo de tierra que une Tahiti Nui y Tahiti Iti.
Otro punto a destacar en Tahití es la playa de Maui. Si al comienzo de la mañana habíamos visto una amplía playa de arena negra, la playa de Maui destaca además de por sus claras aguas, por ser una de las pocas playas de arena blanca de la isla.
Tras la playa de Maui, seguimos conduciendo hasta que llegamos a un punto en el que la carretera se acababa. Y este punto no es otro que Teahupoo, uno de los lugares más asombrosos de la isla.
Teahupoo es conocido por surferos de todo el mundo que vienen hasta aquí en busca de la ola de Teahupoo, una de las más importantes del mundo del surf. Esta ola, considerada por algunos como la más potentes del mundo, no tanto por su altura sino por la configuración del arrecife donde se ubica, se encuentra a bastantes metros de la orilla, por lo que la mejor forma de contemplarla es desde un barco. Preguntamos por allí y nos unimos a un barco que estaba a punto de salir para acercar a varios surfistas a la zona, y pudimos disfrutar durante unos 20 minutos de unas escenas increíbles, en un entorno que era una pasada.
Después de disfrutar muchísimo con la ola y los alrededores de Teahupoo, tomamos el coche dirección aeropuerto. Ya se nos había ido casi todo el día, y no haríamos ninguna parada más. Devolvimos el coche en el rent a car, y cenamos algo antes de ir al aeropuerto, ya que esa noche volábamos a un nuevo destino: dejábamos la Polinesia por unos días, y nos íbamos a la Isla de Pascua!