Raiatea y Tahaa han sido la quinta y sexta isla que hemos visitado en Polinesia Francesa. Tras Moorea, Tahití, Bora Bora y Maupiti, dedicaríamos nuestro últimos días de Luna de Miel en visitar estas dos importantes islas del archipiélago de la Sociedad.
Raiatea y Tahaa se encuentran muy cercanas la una de la otra, y comparten laguna, estando rodeadas por la misma barrera de coral. Raiatea es la más grande de las dos, y la que cuenta con más infraestructuras, entre ellas el aeropuerto, por lo que se hace indispensable pasar por esta para llegar a Tahaa, cuyo acceso es únicamente posible en barco.
Llegamos a Raiatea procedentes de Maupiti pasado el mediodía, y lo primero que hicimos fue buscar un coche en el que movernos los próximos días. Y es que a falta de transporte público, el coche es la mejor forma para movernos por Raiatea. Alquilamos el vehículo en un local que encontramos muy cerca del aeropuerto, llamado Raiatea Rent a Car, y ya con el coche nos desplazamos al oeste de la isla, donde se encontraba el alojamiento en el que pasaríamos los próximos 3 días: una casa junto al mar, que alquilamos en Airbnb.
Este alojamiento fue uno de los grandes aciertos del viaje, ya que se trataba de una bonita casa con jardín, en primera linea de costa cuya habitación principal daba al mar. Además la casa contaba con un par de kayaks, así que ya podéis imaginar lo que hicimos nada más llegar… ¡directos a la laguna con las canoas! Desde allí contemplamos como el cielo empezó a tomar infinidad de tonalidades, regalándonos un atardecer de esos que no se olvidan! No empezaban mal las cosas en Raiatea!
A la mañana siguiente comenzamos una ruta en la que la rodearíamos por carretera la isla. Son 100 kilómetros aproximadamente de carretera, por lo que entre paradas y demás nos llevaría prácticamente todo el día.
Visitamos en primer lugar su capital, Uturoa, donde destaca su mercado, similar al que vimos días atrás en Papeete.
Seguimos hasta Taputapuatea marae, que es el complejo ceremonial más importante de toda la Polinesia. Este marae, como otros de la Polinesia, es un espacio en el que se celebraban ceremonias culturales sociales y religiosas de la época. Situado en el sureste de la isla, junto al mar, este sitio de más de 1000 años de antigüedad, fue destruido casi en su totalidad en el siglo XVIII, y restaurado posteriormente en los años 90 de siglo XX. Ya en 2017, esta área sagrada fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y es el claro ejemplo de que la Polinesia no es solo sol y playas.
Después de comer en un restaurante cercano al Marae, llegamos al sur de la isla, e hicimos una parada en una casa particular cuya dueña posee una enorme colección de conchas marinas. Muy amablemente la señora nos fue explicando el origen de muchas de estas conchas y caracolas y curiosidades acerca de ellas.
Continuamos la ruta hasta que llegamos a nuestro alojamiento, disfrutando por el camino de unos bonitos paisajes. Conducir por Raiatea es una gozada, y es que el recorrido que circunda la isla cuenta con espectaculares vistas.
Excursión a Tahaa
Uno de los días en Raiatea lo dedicaríamos a hacer una excursión a la vecina isla de Tahaa.
Menos desarrollada y más pequeña que Raiatea, está aún poco avanzada en cuanto a turismo se refiere, siendo bastante exclusiva ya que no son muchos los que pernoctan allí.
El punto de partida de la excursión fue el muelle de Raiatea, donde embarcamos en un pequeño yate junto a otras 8 personas. Navegamos en dirección a Tahaa, y al cabo de unos minutos paramos en una zona donde hicimos snorkel junto a tiburones. Un snorkel similar al que hicimos días atrás en Bora Bora.
La siguiente parada fue ya en la isla de Tahaa, donde visitamos una plantación de vainilla. En Tahaa la producción de vainilla es muy importante, ya que en la isla se elabora el 80% del total de Polinesia. En la granja nos mostraron el proceso de elaboración, con curiosas explicaciones acerca del mismo.
Volvimos al barco, para realizar una nueva parada de snorkel, esta vez en un colorido jardín de coral, y tras ésta, comimos en otro punto de la isla.
A continuación tuvimos una de las visitas más atractivas del día: una granja de perlas llamada Ioarana Pearl Farm.
La visita fue muy interesante ya que pudimos conocer el trabajo que allí se realiza en todas sus etapas. Aprendimos en primer lugar que una perla natural se forma a raíz de que un granito de arena o concha se introduzca accidentalmente en la ostra y esta no pueda expulsarlo. Este granito con el paso de los meses se va envolviendo por capas de una sustancia que la ostra segrega, llamada nacar, formándose así la perla. Es en casos muy inusuales cuando este proceso se produce de forma natural. De hecho, un porcentaje muy bajo de las perlas existentes en el mundo son naturales. El resto son todas cultivadas en granjas como la que nos encontrábamos.
En la visita pues, nos enseñaron como producían lo que se denomina perlas cultivadas. Ambos tipos (naturales y cultivadas) se consideran perlas auténticas ya que el proceso de creación ocurre de la misma manera. Lo que cambia es el modo en el que se inicia este proceso.
En la granja, lo que hacen es introducir un cuerpo externo de forma artificial. Así, las ostras son sacadas del agua para que unos técnicos, asiáticos en su mayoría, con la ayuda de bisturíes, introduzcan con gran precisión dentro de la ostra tejido de otra ostra y una pequeña bolita que servirá como núcleo y dará forma a la futura perla. Posteriormente el molusco es devuelto al mar y con el paso de los meses esa bolita será recubierta por capas de nácar. Este proceso puede durar entre 2 y 3 años, y a lo largo de la vida de la ostra se puede realizar hasta tres veces. La complejidad del trabajo viente también en que cada dos meses aproximadamente, la ostra debe ser sacada del mar y limpiada de algas y parásitos.
Son más de un millón de ostras y 89 hectáreas de superficie destinadas al cultivo de perlas. ¡Una pasada!
Abandonamos la granja de perlas y continuamos navegando hasta las inmediaciones del lujoso Tahaa Resort donde hicimos el último snorkel del día antes de volver a Raiatea. Espectacular todo el entorno y espectacular el resort, uno de los hoteles más populares (y caros) de la Polinesia. ¡¡No hubiera estado nada mal un par de nochecitas allí!!
Paseo en kayak en Raiatea
En nuestro último día en Raiatea, y aprovechando que nuestro vuelo era después de comer, aprovechamos la mañana para hacer un paseo en kayak por el río Faaroa, el único río navegable de la Polinesia Francesa.
Alquilamos un kayak doble y navegamos río adentro desde su desembocadura, en la bahía que lleva su nombre. La experiencia fue increíble, y es que durante un par de horas disfrutamos de una calma y paz absoluta, en un ambiente super tropical, rodeados de exuberante vegetación. Una actividad super recomendable, y un imprescindible si se visita Raiatea.
En mitad de la ruta, un hombre nos saludó desde la orilla ,ofreciéndonos un coco. Le dijimos que no llevábamos dinero pero nos dijo que parásemos igualmente. «Aparcamos» el kayak y le acompañamos hacia su huerta en la que nos mostró muchos de sus árboles frutales, y estuvimos charlando mientras nos bebíamos al agua del coco que nos había ofrecido además de varios frutos tropicales. Se le veía bastante entusiasmado, y es que no debe pasar mucha gente por allí creemos! Pasamos un rato muy agradable, sin duda uno de los mejores momentos de nuestros días en Raiatea!
De esta forma nos despedimos de Raiatea y Tahaa y volamos a Tahití donde pasaríamos nuestra última noche en Polinesia. Y aunque aún nos quedaban un par de días en San Francisco antes de volver definitivamente a casa, ya sentíamos como nuestro viaje llegaba a su fin: una luna de miel de ensueño en la que durante algo más de tres semanas recorrimos varias islas de la Polinesia, ese destino que creíamos inalcanzable… y que hemos tenido la inmensa fortuna de disfrutar.