Tras dos días completos recorriendo Petra, cogimos el coche y pusimos rumbo al que sería nuestro siguiente destino en Jordania, el desierto de Wadi Rum, donde realizaríamos una excursión y pasaríamos una noche.
Mientras visitábamos la «ciudad perdida», conocimos a unos franceses que estaban haciendo una ruta inversa a la nuestra, es decir, Jordania de sur a norte. Ellos ya habían estado en el desierto, y se dirigían hacia el mar muerto. Nosotros les dimos algunos consejos sobre alojamiento en el Mar Muerto, mientras que ellos nos pasaron el teléfono de un chico que hacía tours en el desierto de Wadi Rum. Esa misma tarde le escribimos por whatsapp, y quedamos en vernos con él dos días después en su casa.
El hombre que organiza los tours en el desierto de Wadi Rum es Solaiman y su número es +962 7 7996 2155. Lo mejor es contactarle por whatsapp ya que contesta enseguida.
Salimos de Wadi Musa muy temprano, llegando al desierto antes de las 9. Paramos el coche en el centro de visitantes de Wadi Rum, y en seguida un señor se nos acercó y le comentamos que habíamos contratado un tour con Solaiman. El hombre hizo una llamada, y nos dijo que siguiéramos conduciendo unos 7-8 km más, sin muchos más detalles…. eso hicimos, y a los pocos minutos nos encontramos a un muchacho en mitad de la carretera haciéndonos señas con los brazos. Nos paramos junto a él, nos preguntó nuestros nombres y nos dijo que le acompañáramos hasta el pueblo. Allí, entramos en la casa de Solaiman, quien nos invitó a un té, y nos explicó un poco en qué consistiría el tour del desierto. Sería un tour privado, nuestro guía y conductor sería Taisir, ese muchacho que nos había recogido en la carretera minutos antes, y dormiríamos en unas jaimas entre dunas.
Dejamos las mochilas grandes en nuestro coche, cogiendo únicamente lo necesario para esa noche, y nos montamos en el jeep con Taisir, empezando en ese momento la excursión por el desierto.
Wadi Rum no es un desierto que destaque por sus dunas, pero sí por sus formaciones rocosas, inmensidad y colores rojizos, que hacen de él uno de los más bonitos y peculiares del mundo. Debido a esto, ha sido escenario de numerosas películas ambientadas en Marte, como «The Martian» o «El Planeta Rojo».
A los pocos minutos llegamos a una zona con unos cuantos coches aparcados y varios camellos, donde hicimos la primera parada. Se trataba de Lawrance’s spring, una especie de manantial en lo alto de una gran roca del que brota un hilo de agua. No demasiado espectacular, aunque desde lo alto pude (María se quedó abajo jugando con los camellos) contemplar por primera vez la gran magnitud del desierto.
El nombre de Lawrance’s Spring viene de Lawrance de Arabia, ya que el famoso arqueólogo y oficial del ejército británico durante la I Guerra Mundial, cruzó este desierto durante la rebelión árabe de principios del siglo XX.
De vuelta al coche, recorrimos varios kilómetros hasta la siguiente parada: la duna roja de Al Ramal. Nos descalzamos y corrimos hacia su cima, facilita de subir porque no es demasiado elevada. Además, se puede hacer «trampas» y trepar por unas rocas que se encuentran en el lateral.
Cercano a esta duna, visitamos el Jabal Khazali, famoso cañón en el que nos adentramos unos 100 metros y en cuyas paredes se pueden ver antiguas inscripciones rupestres de miles de años de antigüedad. Entre los petroglifos destacan pinturas de personas, camellos y otros animales. Además, en el cañón se pueden ver unos grandes agujeros construidos en la antigüedad por los Nabateos y que servían para recoger agua en época de lluvias.
De ahí fuimos a la que en su día fue la casa de Lawrence de Arabia; o más bien los restos de la casa, ya que se encontraba prácticamente derruida. Acerca de este lugar no se sabe realmente si Lawrance habitó allí. Hay quien dice que pasó una noche antes de continuar viaje hacia el sur. Otras historias cuentan que fue el lugar en el que almacenó una serie de armas. La casa como tal no tiene mucho, aunque su localización, al pie de una gran montaña de piedra hace valiosa la visita.
A continuación, llegamos a uno de los puntos más curiosos del día. Como decíamos antes, Wadi Rum destaca por sus formaciones rocosas, y entre ellas cabe señalar una serie de puentes de diferentes tamaños que se visitan durante la excursión. Son bastantes los puentes de roca que se pueden contemplar, aunque nosotros en la excursión de un día visitaríamos dos, y veríamos un tercero a lo lejos desde el coche.
El primero de ellos fue el Little Bridge, que como dice su nombre, es uno de los más pequeños con un tamaño aproximado de 4 metros. Subir a él no tiene ninguna dificultad, y la recompensa es enorme ya que desde él se tienen grandes vistas sobre el valle.
El segundo puente del día sería el Burdah Rock Bridge, considerado como uno de los puentes naturales más altos del mundo. Situado a 35 metros de altura, existe la opción de escalarlo, por el lado norte de la mañana, en un trekking que toma unas 2-3 horas, aunque nosotros nos conformamos con verlo desde el valle.
Seguidamente fuimos a la formación rocosa mas peculiar que veríamos en Wadi Rum: la Mushroom Rock, o la roca de champiñón!! No hace falta decir más jejeje
Llevábamos varias horas de tour y Taisir nos propuso hacer una parada para comer. Aparcó el coche junto a unas rocas, y comenzamos los preparativos: Taisir extendió un mantel en el suelo, y nos pidió coger unos cuantos arbustos secos, que servirían para hacer un pequeño fuego en un agujero. A continuación puso una sartén a calentar ,y comenzó a picar varios tomates y cebollas los cuales vertió en el fuego posteriormente. Mientras, sacó un pan típico de allí, humus y preparó una rica ensalada. En pocos minutos teníamos todo listo, y nos encontrábamos comiendo en el «restaurante» mas exclusivo y con mejores vistas del mundo 🙂
Se nos uniría además un conocido suyo, que nos explicó que era como una especie de guardia forestal del desierto, y que su función era controlar que ni los guías ni los turistas cometieran infracciones como hacer fuego en un lugar inapropiado, o dejar basura.
Después de la comida, y mientras él recogía, nos animó a cruzar un cañón cercano, el Abu Khashaba, de arena rojiza y amarillenta, y el cual tardamos unos 30 minutos en atravesar. Al salir, Taisir estaría esperando al otro lado.
De ahí nos dirigimos al tercer y último puente del día: el Um Fruth. Este puente es uno de los lugares más fotografiados en el desierto de Wadi Rum y nos encontramos a varios grupos de extranjeros. Está a unos 15 metros de altura y aunque la subida es sencilla, una vez arriba da un poquito de vértigo.
Noche en el Desierto de Wadi Rum
Seguidamente, tomamos rumbo al que sería nuestro alojamiento esa noche, un campamento beduino en mitad del desierto. Estaba compuesto por varias jaimas en las que dormiríamos, y una carpa principal que hacia las veces de restaurante. En el campamento no seríamos los únicos turistas, ya que compartiríamos noche con un par de parejas de Bélgica.
Asomaban los últimos rayos de sol del día, y trepamos por unas rocas para disfrutar de uno de los momentos más esperados del día: el atardecer, en el que la gama de colores del desierto se vuelve más intensa.
Ya de noche, fuimos a la carpa principal. Taisir y sus compañeros nos estaban preparando la cena: un rico buffet en el que abundaban las verduras y productos orgánicos. Pero lo más destacado era una «barbacoa» de carnes y verduras que se asaban enterradas en la arena, forma tradicional de cocinar de los beduinos! ¡Y la verdad es que todo estaba buenísimo!
Después de la cena, Taisir nos preguntó si nos apetecía conocer su casa-cueva, y en un par de coches nos llevaron a todos. Se trataba de una cueva donde Taisir solía dormir cuando estaba por el desierto, esto es, la mayor parte del año. Estar allí con él era como retroceder en el tiempo y trasladarnos a otra época. Ya durante el día vimos que para cocinar se bastaba con unas cuantas verduras y un par de utensilios; mientras que para dormir, una fogata para protegerse de las frías noches del desierto y varias telas que hacían las veces de colchón eran suficientes.
Allí se nos unió un beduino de unos 50 años, que no hablaba nada de inglés, y que según nos contaba Taisir nunca había salido del desierto. «Ni siquiera ha ido a Aqaba – una de las ciudades principales de Jordania que se encuentra a 50km de allí-» nos decía.
Tras un rato charlando, y escuchando un montón de historias del desierto, nos llevaron de vuelta al campamento, donde dormimos estupendamente.
A la mañana siguiente nos despertamos pronto para ver el amanecer, aunque estuvo algo deslucido por las nubes. Desayunamos y a continuación nos montamos nuevamente en el jeep, esta vez junto a los belgas, para irnos hacia el pueblo, donde teníamos nuestro coche, finalizando así el tour.
Entramos en la casa de Solaiman y le contamos lo bien que había estado todo dándole las gracias por los servicios, y condujimos hasta Aqaba, donde devolveríamos el coche de alquiler y pasaríamos nuestras últimas horas en el país, ya que teníamos la idea de llegar hasta Egipto ese mismo día, aunque aún no sabíamos de que manera lo haríamos…
Hola! Geniela vuestro blogg y curiosamente es justo el Tour que queremos hacer a principio de enero, Cuando fuisteis vosotros? Y que precio tiene? Gracias
Buenas Daniel, muchas gracias por tu mensaje! Estuvimos en Wadi Rum a mediados de diciembre, por lo que las temperaturas de noche eran bajas, aunque no pasamos frío ya que las jaimas estaban muy bien equipadas con varias mantas. En cuanto al precio del tour, no conseguimos recordar exactamente cuánto pagamos, pero sí que se ajustaba bien a nuestro «presupuesto mochilero» de ese viaje. Un saludo